29 abr 2009

Lety Servín - Para que no te de lo mismo



Pa' que no te de lo mismo

Abrazame, que las penas se marchen contigo
Ven fundete...con mi esencia me contesto el mar
Que las aguas sacudan tu frío, que las horas no te toquen más
Si te sientes tu siempre conmigo, recuerdas que aqui...yo te voy a esperar

Que la ciudad divide y yo te multiplico
de este sueño no te olvides...
pa que no te de lo mismo, que ya no, te de lo mismo

Desarmate que el reflejo no era tu destino
desnudate y ya deja la vida pasar
que las olas acallen tu ruido
que un suspiro te sepa elevar
que las aves hoy cantan contigo y no te has decidido...pararte a escuchar

Que la ciudad divide y yo te multiplico
de este sueño no te olvides...
pa que no te de lo mismo, que ya no, te de lo mismo

Tu eres quien espera hoy, no pierdas la paciencia y recuerdame en el desvelo compartido y en el ansia de una noche siempre vacia que promete pronto llenarse...

14 abr 2009

Sentada y carente de práctica.


Sentada y carente de práctica... Supongo que a cualquier la puede pasar porque cuando uno deja de hacer las cosas, las cosas dejan de dejarse hacer por uno. Es un concepto muy extraño pero creo que podríamos explicarlo en palabras más sencillas, o quizá, mejor aún, con un ejemplo sencillo y modesto. 

Por dios… POR DIOS… ¡POR DIOS QUE HICE!
¿qué te sorprende asesina?
¿por qué dudas?
¿te da miedo la sangre inocente que ahora corre por tu palma desnuda?
Bébela…
 
¿¡PERO QUÉ ESTOY PENSANDO!?... ¡beberla!
No seas cobarde… esta limpia, a fin de cuentas era a quien amabas
A fin de cuentas una es tu amiga y el otro es tu marido

Mate a mi mejor amiga y a mi marido… a sangre fría con las uñas de mis manos…mis
Poderosas manos… mis poderosas manos destazaron sus traidores cuellos
¿quién está hablando ahora?
¿qué soy?

… ¡NO¡.. NO ALÉJATE… ALÉJATE O ME CORTO EL CUELLO YO MISMA
 
El cuchillo cayó sobre el cuerpo desnudo de su marido, mientras sus ojos llenos de rabia no dejaron de ver a su mejor amiga, la de aquel cuerpo escultural, envidiable de caderas latinas y tez morena, la de pelo negro disfrutaba una noche de sexo con su marido. Maldita traidora… la seguiré hasta el infierno… ella sufrirá.

 “señor no se preocupe, esto es una ambulancia… no desespere estará bien la puñalada solo perforó un pulmón…”
“sólo… maldito enfermo, cree que no es difícil ya de por sí respirar”
“En cuanto a… bueno la situación tendrá que explicar algunas cosas a la policía, ¿ok?”
“No hay nada que explicar… estoy muerto”
“DESFIBRILADOR, ¡RÁPIDO! LO PERDEMOS.

11 abr 2009

Algo que hace tiempo me dedicaron


La mujer que yo amo tiene la belleza exacta y el corazón es su sitio. Es implacable en su ternura, luminosa como una fe intacta, contundente en sus deseos de vivir hasta que la vida sea vida y un poco más. La admiro por su condición de reina que abdica al trono de la existencia resuelta, a cambio de eso que llaman amor, y otros, el incierto camino al lado de un vagabundo de mi incierto camino al lado de un vagabundo de mi calaña. Es linda por derecho propio. No necesita adjetivos como excepcional ó única: se los merece. Su sonrisa, cuando es para el mundo inabarcable y ajeno, ilumina; cuando es para mí, desarma mis defensas y me coloca en un sitio privilegiado en el universo. Soy inmortal, entonces, y tocado por los dioses, afortunado como quien sobrevive al holocausto de la vida cotidiana y al tifo e muerte que nos persigue desde la cuna. Es el júbilo y el duelo de la sangre enamorada. Una palabra suya, un latido, una mirada clara o incierta, y desata en mí el huracán de las alegrías inmensas o el malebolge de la perdición en mi soledad de hombre. Es mujer, al fin y al cabo, y sucede que la idolatro pero a veces en mi pequeñez de mortal azotado por una existencia jamás pedida no la entiendo. Así, cuando desciende a su tiranía de milagro convertida en hembra, sus flechas duelen, se me figura fugitiva, sus muros son altos, contemplo mi suerte echada al capricho de aquello que sucede en la cocina de las féminas cuando las asalta la química, el qué dirán o el maleficio castigador del sólo mis chicharrones truenan. He sentido las ruinas en que puede convertirme, la esperanza convertida en guiñapo, la cercanía de lo terrible y sin rumbo. He vertido, por su amor, uno que otro llanto de niño, algunos aullidos de loco y alguna incoherencia más al epitafio de mi tumba vacía. 

En momentos así he escrito versos que no muestro a las rosas para que no se marchiten. 

La mujer que yo amo es real. La vida la alcanza a ratos y la hiere en su cielo de bondades y sonrisas. No hay justicia en el mundo: tanta bienhechora belleza, tanto brillo destacado de su alma, y no faltan los dardos emponzoñados en forma de cuervos, nanas y cebollas, alardes de derrotados, el colosal tráfico de la estupidez humana. Yo mismo, en mi caos y en mi soberbia, he dejado marcas y ecos de patán y temible filibustero. Soy hombre, al fin y al cabo, y hago guerras y cometo errores. Me enojo, gesticulo, arremeto contra lo que no entiendo, camino por la cuerda floja del camino oscuro. La he visto llorar, por mí, por un cachorro herido, por los pobres más pobres y por la vida que es vida y porque es vida duele. 

En momentos así ella triunfa y como es mejor que yo, junta sus propias rosas con mis versos y les habla de amor, para que florezcan.  

Es la muerte de mi vida, la mujer de mi vida. Existe en la tierra como el sabor de la fruta que me gusta, como el inmenso mar de mis aventuras de joven, como una alegría inesperada, como una caricia de madre. Es el idioma de la dicha y el sosiego. El arma con que me bato a duelo con los diversos adjetivos que lo aburrido y lo cotidiano. La mujer que yo amo es la recompensa, el reposo del guerrero. 

Quiero permanecer con ella siempre hasta el fin de los suspiros, hasta el último de los misterios.