30 ago 2009

CAPITULO 1. Y así fue como supe que eras diferente

Estaba en el cuarto de un hospital donde las luces de las lámparas hacían que mi vista se tornara borrosa y que no pudiera distinguir a las personas que estaban a mí alrededor. Lo último que recordaba se remontaba a la discusión que había tenido con Marcus ese día. Marcus era mi novio por decirlo en palabras coloquiales. Llevábamos más de 5 años de relación y habíamos pasado por muchas cosas juntos. Cuando llevábamos dos años, Marcus desapareció 2 semanas completamente del mundo. La policía no pudo explicarle a sus padres donde había estado, solamente se limitaron a decir que lo habían encontrado en el otro lado del país, cuando inexplicablemente había caído desde un edificio de 3 pisos, fracturándose varios huesos y quedando en coma por 2 meses.


Las dos semanas de su desaparición fueron terribles para mí, tenía el presentimiento de que estaba bien pero no me podía explicar su desaparición. Me había puesto a pensar en las razones pero, el no tenía enemigos, era una persona respetable, amable y a la mayoría de la gente le agradaba. Tal vez un asalto, pensé. Tal vez un secuestro. Tantas ideas venían a mi mente y no sabía qué hacer. Me había resignado a tener que esperar por noticias en lugar de lanzarme a buscarlo por la ciudad.


Después de las 2 semanas de su tormentosa desaparición, mi teléfono sonó. Era un número privado, dudé en contestar, pero pensando que pudiera tratarse de una emergencia tomé la llamada.
-Bueno – dije.
-¿Vanessa? – una voz cansada y ronca sonó desde el otro lado del auricular.
-¿Marcus? Oh Dios mío, ¿Eres tú Marcus? – mí voz se tornó chillante y subió su volumen mientras unas lágrimas corrían por mis mejillas sin intención alguna - ¿Dónde estás Marcus? ¿Estás bien? ¿Qué ha p….? – pero antes de que pudiera seguir la llamada se había cortado. Esperé unos minutos para ver si volvía a entrar. Nada pasó. Diez minutos después una llamada de la estación de policías me despertó del trance en el que me había sumergido. “Encontramos a su novio” fue todo lo que escuché. El oficial seguía hablando, pero para entonces yo ya estaba otra vez nadando en ideas y especulaciones.

Seis horas más tarde, Marcus estaba reposando en el cuarto piso, en la cama de un hospital privado. Los doctores nos dijeron a sus padres y a mí que sus heridas eran muy graves y que a pesar de que los paramédicos habían actuado rápido al trasladarlo desde donde lo encontraron hasta ese hospital en helicóptero, aunque sus heridas sanaran, no sabían cuanto tiempo le tardaría despertar del coma en el que se había ahogado. Al principio el golpe fue muy fuerte y sus padres se desmoronaron, yo me encontraba en la misma situación pero no podía debilitarme delante de ellos. Tenía que ser fuerte, para él, para mí, sobre todo para mí.
Nos turnábamos para estar con él. Durante las mañanas que su padre y yo trabajábamos, su madre se quedaba con él, en las tardes llegaba su padre mientras su madre se retiraba a descansar a la casa y preparar la cena para cuando él llegara. Durante ese periodo yo llegaba del trabajo, comía algo y me iba a dormir para descansar antes de irme a cumplir con mi turno de vigilarlo durante toda la noche. Cada día reunía un conjunto de artículos para llevar al hospital. Algunas cartas, el reproductor de música y pocas fotos me ayudaron a pasar el tiempo durante mi estancia ahí. Le leía las cartas que alguna vez me había mandado, le ponía las canciones que más nos gustaban a los dos y le describía las fotos que nos habíamos tomado desde el día en que nos conocimos. Cada visita mataba más la esperanza que yo tenía, de que Marcus se salvara.


Las medicinas y todo lo que los doctores le habían hecho parecían no tener efecto en él, seguía en el mismo estado desde el primer día de su ingreso al hospital. Tenía las bolsas bajo los ojos de un morado obscuro, los labios pálidos y su piel fría. Si los monitores no me hubieran dicho que estaba vivo, juraría que estaba ante un cadáver. Y así como las cosas pasaron tan rápido cuando lo encontraron moribundo, así pasaron el día que despertó.


Era un lunes por la madrugada y yo estaba de guardia. Había salido a comprar un café en la máquina, me había tardado porque no tenía cambio y tuve que recorrer los pasillos buscando enfermeras que pudieran prestarme o cambiarme mi billete. Cuando regresé al cuarto sosteniendo mi café en una mano y un libro viejo en la otra, no fui capaz de notar la diferencia. Me senté y seguí leyendo durante 2 minutos. Fue hasta que mis ojos salieron de las páginas de “amor y prejuicio” y se dirigieron a la cama que yacía vacía enfrente de mí que me di cuenta. Marcus estaba parado, de espaldas a mí, con la vista hacía la ventana que tenía las cortinas abiertas. En una mano sostenía el porta suero y la otra la tenía descansando por lo que podía ver desde su espalda, en su pecho.


Me congelé ante la situación, mientras que el se giraba lentamente y con una voz grave que nunca le había escuchado me dijo, “¿Cuánto tiempo llevaba dormido?”, “dos meses” contesté. Se volvió a girar y yo me incorporé de mi asiento. Su rostro se había vuelto más serio, parecía como si hubiese envejecido 10 años, sin embargo, ya no tenía las ojeras y sus labios habían recuperado su rosa pastel de siempre. Caminé lentamente hacía él, con manos temblorosas me puse a su lado y pase mi mano hasta su hombro izquierdo. “Te extrañamos” fue lo único que pude decir y unas lágrimas empezaron a brotar desde las comisuras de mis ojos. Su mano derecha se levantó y tomó mi cintura, mi cabeza se recargó en su hombro y él se limitó a besar mi frente y decir “yo también.”


Nadie dijo nada. Los doctores atribuyeron su sanación a que los medicamentos finalmente habían hecho efecto y sus padres pensaron que era un milagro de Dios. Creo que yo era la única que a pesar de estar conforme con que él siguiera con vida, quería una explicación de lo que había pasado. Durante las siguientes semanas no habló mucho, cada que alguien le preguntaba que había pasado, se limitaba a decir que no lo recordaba. Los doctores les dijeron a sus padres que era parte del proceso y que tardaría de 1 a 6 meses en recuperar ese pedazo de su memoria, sin embargo cada que alguien le preguntaba sobre el tema, yo podía ver como se quedaba viendo fijamente a un lugar y se perdía en sus pensamientos. Era obvio que se acordaba de todo, pero no iba a compartir nada. Me torturé durante ese tiempo preguntándome “¿Ni siquiera a mi?”, mientras que oía una voz en mi cabeza que me decía por alguna razón “Especialmente a ti”. Cuando cumplió los dos meses de haber salido del hospital y después de haberse a limitado a decir “gracias, no gracias y por favor” hizo una visita inesperada a mi oficina. Eran las 2 de la tarde y yo estaba preparándome para salir a comer y hacer unos pendientes que tenía, cuando lo vi parado en la puerta.


-Noc noc – dijo – ¿Puedo pasar?
-¡Marcus! – Exclamé – Claro, estaba a punto de salir a comer, pero dime, ¿A qué debo tu visita? – contesté.
-Estoy listo para decírtelo – me dijo en un tono bastante serio.
-¿Decirme? – contesté un tanto desorientada – ¿Decirme qué Marcus?
-Tu has sido muy paciente conmigo Vanessa – empezó a decir mientras se sentaba en la orilla del sillón – nunca me exigiste nada, nunca me preguntaste qué pasó mientras estuve desaparecido, a pesar de que sabías que yo recordaba todo.
-Creí que en su momento tú me lo dirías – dije, aunque honestamente su confesión me había sorprendido dramáticamente. Se había dado cuenta de que yo sabía su secreto. Bueno, no sé porque me sorprendía si él era excelente para leer los rostros de las personas - ¿Entonces…? ¿Ahora es el momento?
-Si – contestó – ahora es el momento. Dio un fuerte respiro y mirándome a los ojos empezó a contar esa historia que hasta el día de hoy me sigue persiguiendo en cada momento.


-Todo empezó cuando regresaba de correr por la mañana. Eran las 7 y todo estaba cerrado, había pocos coches en las avenidas y hacía frio. Acababa de cruzar la calle para entrar al edificio donde está mi departamento cuando al pasar por el callejón que está después de doblar la esquina escuché mi nombre. Al principio me detuve y volteé a mi lado izquierdo. No había nadie. Dio otro paso y volví a oír mi nombre en un susurro. Caminé dos pasos hacia atrás y vi una luz al fondo del callejón. No me preguntes porque pero caminé hacia ella. Cuando llegué al fondo del callejón la bola de luz que había estado siguiendo se acercó a mí y sin que pudiera hacer algo se metió en mi pecho. Recuerdo que caí desplomado al suelo y por más que trataba de moverme no pude hacerlo. Mi cuerpo no respondía. De pronto se levantó, empezó a caminar por sí solo. Era como si estuviera atrapado dentro de mí y no pudiera hacer nada para controlar mis movimientos. Era como una cárcel. Cuando me di por vencido al ver que cualquier acción que hiciera no se iba a ver ejecutada por mi cuerpo, una voz dentro de mi cabeza dijo “Que bueno que te calmaste, estaba a punto de mandarte a dormir” entré en shock y hablé para mí mismo “¿Qué está pasando?” ¡Oh, grandioso! Podía hablar pero no moverme, eso sí qué era motivador. Fue entonces que me di cuenta que algo estaba mal conmigo, era como si siguiera siendo yo pero a la vez fuera otra persona.


-La voz dentro de mi volvió a hablar – Sí, estoy dentro de ti. Has sido poseído. Puedo escuchar todo lo que piensas. Soy un demonio. Estoy aquí con un propósito. Cuando esto acabe uno de los dos morirá. – sus palabras me dejaron helado y lo único que pude hacer fue quedarme callado mientras él me explicaba que había sido escogido al azar y que iba a perder el control de mi cuerpo por dos semanas ó lo que tardara en hacer su trabajo. Al principio me mantuve callado tratando de explicarme que esto no me estaba pasando a mí, que era solo un sueño y que en cualquier momento despertaría. Contuve mis pensamientos y me dediqué a ver lo que él veía con mis propios ojos.


Hizo una pausa y respiro profundamente. Parecía que la historia en sí, aún no llegaba a la parte más rara y extraña y esto le estaba costando mucho trabajo de procesar. Volvió a respirar y mirándome a los ojos siguió con su relato.

-La primera vez que asesinó a alguien grité como jamás lo había hecho, sentía un grito ahogado por mi garganta. Era como si todo ese dolor, sufrimiento y desesperación no tuviera sentido. Estaba tan enojado que cuando menos lo pensé, tenía el control de mi cuerpo de vuelta. Comencé a correr y a gritar como loco, me encontraba muy feliz por haber recuperado el control y fue entonces cuando sentí como caí boca abajo sobre el pavimento. Minutos más tarde yo había vuelto a mi encarcelamiento usual. Sin embargo no me importo mucho, ya que había descubierto algo nuevo. ¡Podíamos cambiar! Algo había hecho que cambiáramos y que yo volviera a ser libre. Ese algo era mi salida en el futuro, lo que iba a decidir que yo siguiera con vida o no.

-Mis gritos se volvieron menores hasta que se silenciaron completamente cada que el mataba a alguien. Llámame insensible, pero no había nada que pudiera hacer. Quisiera contarte más acerca de lo que hice, pero realmente creo que no hay necesidad de que lo escuches. Terminaré esta historia diciendo que al final de las 2 semanas, el día que te marqué a tu teléfono, logré volver a recrear esa sensación de odio/coraje que hizo que tomara el control sobre mí. Volví a correr con ese sentimiento en mi mente, sabía que si lo mantenía lo suficiente el sería incapaz de poder controlarme. Robé un teléfono para marcarte y antes de que pudiera decirte algo más cuando escuché tu voz, la sensación de enojo se había ido. Yo sabía que el regresaría muy pronto, así que tomé la opción de arrojarme desde un piso muy alto. Sabía inconscientemente que nada me iba a pasar, pero necesitaba tratar.
-Lo demás ya lo sabes. Me encontraron casi muerto y me llevaron al hospital donde estuve dos meses en una batalla interminable dentro de mi cabeza.

Hubo un silencio incómodo. Supongo que esperaba que le dijera algo inmediatamente, sin embargo yo esperaba que el continuara con la historia. Justo en el momento que iba a decir algo yo, sus labios se abrieron y en un susurro casi, dijo, “Ya sé que no me crees, ya sé que todo esto te parece la excusa más estúpida del mundo Vanessa. Pero te juro que es verdad, sabes que nunca te mentiría. Además…” Antes de que siguiera, yo ya había levantado mi dedo índice de la mano derecha y tenía cerrados los ojos. El entendió que era una señal de espera y que yo estaba a punto de decir algo. Después de cinco minutos mis labios finalmente emitieron el primer sonido.


-No sé porque, no me preguntes. Es demasiada información para procesar pero…no entiendo porque, pero te creo. Creo que simplemente recae en que eres tú el que me está diciendo la historia y no alguien más. Sé que es demasiado fantasioso pero – hice una pausa analizando cada una de las palabras que iba a decir a continuación – prefiero creerte a pensar que te has atrevido a mentirme y que me ocultas algo mucho más grave. Se me quedó viendo con ojos de furia, sus manos empezaron a temblar pero dio un respiro y soltó los puños que se habían formado en sus manos. Di un paso hacia él sin saber a que me enfrentaba y finalmente pregunté “¿Por qué tardaste dos meses en despertar?”. Se rio. Era la primera risa que veía en su rostro desde que despertó del coma, se acercó a mí y me abrazó con ambas manos alrededor de mis hombros. ¿Era mi impresión o se había vuelto más alto que yo? Fijo sus ojos en los míos y como si nada hubiera pasado, como si solo hubiese sido una pesadilla, susurró “Yo cambié, pero el amor que siento por ti, jamás. Te amo” Ese momento fue el que me hizo dejar de cuestionarme la historia que acababa de escuchar y se dedico a convencerme de que no importara lo que Marcus fuera en ese momento, estábamos juntos y saldríamos adelante como siempre lo habíamos hecho.

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