7 feb 2010

Carta de una mamá piedra a un papá pitufo.


Encontré esto entre mis archivos de la otra computadora y la verdad merece ser publicado.

Al más pequeño de mis hijos....

Y te conocí en un día lluvioso, mientras recorría con la mirada todos aquellos nuevos espacios que pronto serían llamados míos... mí salón, mí escuela. Era algo pequeña, blanca y no muy llamativa, pero de alguna manera me sentía cómoda y segura. Entré al lugar que se suponía que debía llamar salón. Esperaba paciente por la persona que vendría a impartir el curso, y sentada enfrente de una mesa, hacía dibujos sin orden en un pedazo de papel. Jugaba con el cabello, convivía con nuevas personas y tarareaba canciones pegajosas. La impuntualidad te sacó a la luz ese día y después, al pasar del tiempo, me lo aseguró.

La clase empezaba normal, rápida, concisa y sin interrupciones. Tú manera de enseñar siempre fue reconocida, bastante útil y comprometida con el tema que se veía... recuerdo que era de las dos, mi clase favorita. Así pues, te conocí en ese día lluvioso, en el que las pequeñas gotas caían sobre las ventanas, preparándose para su muerte y refrescando el ambiente.

Lo demás supongo que es intrascendente, el haber entrado a la escuela, el haber ido escalando, entre otras. Poco a poco fui conociendo más personas, lugares, paisajes y esencias. Poco a poco fui conociéndote a ti.

Las aventuras no se dejaron esperar, las historias de tus cactus, las flores que refrescaron mi belleza el día de mi cumpleaños y los pensamientos que hubo por las dos partes hicieron que se escribiera el principio de una historia en ese libro, que es la vida.

Y en un día lluvioso empecé a escribir esto, en un día lluvioso me avisaron de tu partida y en ese mismo día lluvioso comprendí todo lo que esa partida representaría. Y empecé a escribir como te había conocido, a percibir el pedacito del libro que conmigo has compartido. Tal vez no sea mucho, tal vez sea realmente muy poco, pero me alegra por lo menos haber aparecido, haberte conocido y ser parte de ese libro. Por que aunque sea con una sonrisa, con un saludo, con un gesto ruidoso, con un halago, he presenciado y percibido una parte de ti.

Y en otro día lluvioso me informaron sobre tu partida, que siempre no te ibas, y que te esperarías un tiempo... y me pregunté si continuar escribiéndote, si continuar describiendo las historias, si seguir agregando páginas al libro...

Al final de cuentas, te vayas o no te vayas, el sentimiento no cambia, el cariño es el mismo, el respeto es mutuo y el encuentro el de siempre... y en un día lluvioso te di esta carta, en un día lluvioso espero que sea leída y que en un día lluvioso se cumpla el pacto de tu partida...

Y cuando mires por la ventana y se encuentre frente a ti un día lluvioso, no te quejes, no solloces, no murmures, sólo contémplalo y disfrútalo, porque en un día como ese, en un día lluvioso, la magia del libro me permitió entrar y plasmarme... me permitió conocerte.

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